Nueve horas en ferri de vuelta a Barcelona. Después de
dormir unas cuantas me encuentro en la cubierta, rodeado de agua, viendo un
precioso atardecer, mientras empiezo a escribir en cuatro trozos de papel los
esbozos de lo que ha sido una intensa experiencia.
Hace tres días y medio me encontraba embarcando en el mismo
ferri. La dirección era la contraria y solo tenía la ligera sospecha de que
Menorca posiblemente me iba a encantar.
Un poco antes de lo esperado anunciaron la llegada a puerto.
Volví a las inmensas bodegas del barco y prepare todo para salir directamente
pedaleando.
Nada más salir del puerto paré para situarme con el GPS,
aprovechando para respirar profundo y tomar conciencia de donde me encontraba y
lo que me disponía a hacer para disfrutarlo como se merecía.
Volví a emprender la marcha. No quería parpadear. ¿Amor a
primera vista? Posiblemente.
Me movía despacio. A cada pocos metros aparecía en el camino algún obstáculo que
obligaba a desmontar de la bicicleta. En esos momentos me daba realmente cuenta
del peso que hay que llevar encima por el gusto casi adictivo de ir en régimen
de autosuficiencia.
Esto último para entendernos es la gran sensación de poder
ir por el mundo sin depender de nada ni de nadie. Sigues tu camino, avanzas sin
descanso si te apetece y paras cuando
quieres, trasportando contigo todo lo
necesario para pasar el día y la noche. Sin mirar atrás porque sabes que solo volverás
a ver el camino recorrido si tú, solo tú, deseas volver a verlo. No tienes
obligación de volver, porque todo lo que necesitas viaja contigo.
¿Pensaste que es una muy posible definición de libertad? Yo
si, por eso hago lo que hago : )
Aunque aviso que esto de la libertad no es un camino de
rosas. Sobre todo cuando el atardecer entra en escena y las nubes están tan
concentradas que las lluvias están aseguradas. Esto no sería ningún problema si
no hubiera decidido dejar la tienda de campaña en casa por lo que era
prioritario encontrar un sitio para refugiarme.
El sol cada vez estaba más bajo y empezaba a chispear. Miraba
a izquierda y derecha en todo momento para intentar encontrar un techo donde
pasar la noche. Fue gracias a dos vecinos que me encontré en un bonito
atardecer los que me indicaron la localización de una cueva ancestral.
Lo de dormir en una cueva en un lugar que no conoces tiene
su punto. Fue una de esas situaciones que lo desconocido pone nervioso, sobre
todo cuando estás ya tumbado metido en el saco y escuchas a menos de dos metros
lo que crees y esperas que sean murciélagos y no algo más raro. En ese momento opte por cerrar
los ojos, pensar que así vivían hace muchos años y cuando me quise dar cuenta
ya estaba dormido plácidamente hasta la mañana siguiente.
He de reconocer que como la cueva mantiene una temperatura
estable con un saco de verano no pase nada de frío. Y también he de reconocer
que suerte la mía en leer por la mañana el cartel que indicaba que esas cuevas
se utilizaban hace muchos años para enterrar a los muertos porque seguro que la
noche hubiera sido mentalmente menos tranquila.
El segundo día empezaba como el primero, nublado pero
respetando. Más relajado personalmente después de leer todos y cada uno de los
comentarios recibidos en un vídeo que colgué en mi Facebook, donde me sinceraba
y resumía el día anterior con cierto agotamiento y decepción por avanzar más
lento de lo esperado. Desde aquí nuevamente gracias a todos : ) : )
En este nuevo día me encontré con un tramo a mi parecer
mucho más agradecido. Con más tiempo encima de la bicicleta y sorprendido por
lo que había avanzado mi nivel de técnica encima de la bicicleta. Lo podría
demostrar con la cara que se les quedo a tres ingleses viéndome subir por una
cuesta llena de piedras, pero para eso hubiera necesitado un tercer brazo que
sacara la cámara de fotos y captara en el justo instante su cara de OMG!!!
Aunque quisiera ir más rápido es complicado, Es inevitable a cada rato pararse a contemplar. En Menorca los
paisajes son de postal.
Algunos pueblos, como Benibeque son de cuento.
Y las playas de arena blanca y agua cristalina son la
definición perfecta de paraíso.
Está todo más que cuidado y desde aquí tengo que felicitar a
quien corresponda por encontrar el buen equilibrio entre el desarrollo
urbanístico y la conservación de la gran reserva de la biosfera que tienen.
Casi sin darme cuenta, supongo que por lo que estaba
disfrutando, llegué al medio día a Mahón, capital de Menorca. Con esfuerzo había
completado la cara sur del Cami de Cavalls y me encontraba en el segundo puerto
natural más grande de Europa. Tocaba comprar comida y relajarme un rato para después recolocar todo el equipaje y seguir la marcha por la temida cara norte.
Pocas horas me quedaban de luz ese día. Previsión de lluvia
otra vez del 100% a partir de las ocho de la tarde. El nerviosismo por
encontrar algún techado ya empezaba a resurgir. Os puedo asegurar que me gusta
vivir estas aventuras, pero hay veces que tampoco me importaría tener el dinero
para ir de hotelitos cada día. Otra vez y gracias a una pareja de paseantes me
indicaron un lugar que aunque me tendría que desviar unos kilometros podría
encontrar un techo donde pasar la noche.
Me indicaron que eran unos edificios a medio construir ya
que detuvieron las obras por ilegales. Lo que no me indicaron es que en su
momento estarían habitados por personas de no muy buenos hábitos que dejaron
todo lleno de trastos. Y lo que tampoco me comentaron, imagino que por
desconocimiento, es que algunos pisos ¡¡¡seguían habitados!!! No había tiempo
para buscar otro sitio, la noche ya era protagonista y como tampoco es que
sintiera pánico decidí cerrar los ojos y dormir lo que pudiera.
Fue una noche de ruidos muy raros, tantos que los hubiera cambiado
todos por los ruidos de los supuestos murciélagos de la noche anterior. Aun así
otra noche que pasó sin ningún percance y temprano volvimos a pedalear.
Lo del tercer día por la mañana ya sí que tenía pinta de
temporal. Vientos de cincuenta kilometros por hora que hacía bastante peligroso
ir montado en la bicicleta por los senderos cercanos a los acantilados. La
costa norte me presentaba a un Mar Mediterráneo desconocido para mí, tanto que podría haber afirmado estar en la
costa del Cantábrico en uno de sus días revueltos.
No sabía si llovía o al mar le caía mal y me escupía
intentando ahuyentarme de su costa. Tenía claro que no podría recorrer todo el
Cami de Cavalls por ciertos motivos, pero uno de ellos no iba a ser por el
meteorológico. Me quedaba un día y mi propósito se completaría como mínimo al
llegar a Cavalleria, punto donde toda persona que me había encontrado me
advertía que el camino se volvía difícil para ir andando, por lo que
impracticable para ir en bicicleta. No me apetecía empujar más mi medio de transporte. Imaginaros tontamente como si viajando en un autobús a cada rato tuvierais que bajar todos los pasajeros a empujarlo, poco a poco iríais perdiendo el posible aprecio a ese medio de transporte. Así que
llegado el momento tendría que encontrar una ruta alternativa.
Costaba avanzar, el viento me desplazaba por los estrechos
caminos y las subidas y bajadas continuas me recordaban que hasta el último
momento esta aventura iba a ser dura.
Fue unos kilometros antes de Cavallería cuando conocí a
Susana y Violeta, dos aventureras en bicicleta que también recorrían la isla.
Nos separamos porque yo tuve que parar a comer y reparar un pinchazo pero
nuevamente nos encontramos en el punto donde pondría supuestamente fin al Cami
de Cavalls.
Decidimos viajar juntos dirección a Ferreries, conociendo el
igualmente impresionante interior de la isla. Confirmamos entre todos que uno
de los track que tenía en el GPS evitaba las partes no ciclable del Cami. En
ese momento es cuando mi motivación resurgió y tuve la grandísima idea de
proponer hacer el último tramo que quedaba hasta Ciutadella de noche. Sorprendentemente
ninguno de los tres pensó que no era la mejor idea del mundo. Estas chicas
estaban habituadas a todo así que encendimos los frontales y pedaleamos de
vuelta a la costa al encuentro nuevamente del Cami de Cavalls.
Lo siguiente que recuerdo y recordaré siempre de este viaje
son las risas nerviosas de los tres empujando las bicicletas por el camino que
seguía siendo impracticable. El momento era peculiar por no decir algo
arriesgado. Poco veíamos, el viento soplaba más fuerte incluso que por la
mañana y las piedras y escalones eran enormes. En resumen, esa parte no tenía
nada de ciclable y aunque éramos positivos y veíamos con cierto romanticismo el
practicar este deporte de noche los tres decidimos en la siguiente escapatoria
salir de ese pequeño infierno nocturno.
Susana y Violeta como les quedaban días por delante
decidieron acampar y pasar la noche allí. Por mi parte no sabía el tiempo que
me llevaría llegar a Ciutadella y no me podía permitir perder el barco de
vuelta así que en solitario me adentre en los bosques de Menorca dirección a la
carretera principal.
No creáis que me encanta andar solo por bosques solitarios
llenos de sombras extrañas y en una noche llena de nubes que impiden que la
luna algo nos alumbre, pero las circunstancias así lo requerían para poder
embarcar el jueves y llegar a trabajar el viernes.
Los caminos se convirtieron en pistas y las pistas al poco
en carreteras. Llegue mucho antes a Cuitadella de lo imaginado, encontrándome lo
que parecía una ciudad fantasma. No tenía nada pensado para pasar la noche, así
que me encontré pasando mi última noche en Menorca entre paseos callejeros, soportales
refugiándome del frío y la única cafetería que encontré abierta tomando un batido de chocolate caliente para
recuperar algo del calor perdido.
No fue la mejor noche de mi vida os lo puedo asegurar, pero
tampoco por ella me cambia el rápido enamoramiento que tengo hacía una isla donde
tengo seguro que volveré.
Antes de acabar agradecer a la tienda ESPAIBICI situados en
la c/Bruc 63 de Barcelona y en especial a David Casalprim su siempre buen
asesoramiento sobre material y viajes en bicicleta y por el apoyo prestado con
la cesión de material que sin él este viaje hubiera sido mucho más complicado.
Por cierto, llegué a embarcar, llegue a Barcelona, llegue a
Pirineos y llegué el viernes a trabajar. Tuve que esperar al lunes para
descansar pero mereció mucho la alegría : )
: )
Próximamente más aventuras pero quedaros con una frase amigos
y amigas…
¡¡¡¡HAY QUE VISITAR MENORCA!!!!