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miércoles, 30 de marzo de 2016

Noches con la Aurora Boreal.


Muchas gente al enterarse que iba a viajar a Laponia me deseo suerte.

Suerte por si la veía.

Suerte para poder presenciar uno de los considerados mayores espectáculos de la naturaleza.


Una naturaleza caprichosa y coqueta que luce sus mejores galas en las gélidas noches del norte, vistiéndose de intensos colores solo cuando ella así lo decide.


Muchos cada noche salen en su búsqueda. Muchos cada noche vuelven agotados sin éxito.


Tantas ausencias, tantos plantones a tanta gente.


Decides probar suerte. Decides contemplar el estrellado escenario con atención. Decides tener la paciencia al contemplar algo que bien podría ser una nube de niebla pero tú deseas que sea la cola de su vestido. Decides que por ti no va a quedar...


Y de repente el momento mágico ocurre. Aparece.


Tímida al principio. Aparece y desaparece. Te vuelves una peonza que gira y gira sobre sí misma para intentar captar cualquier esbozo de su presencia.


Te mantienes expectante, atento, paciente. Ni el frío, ni el sueño, ni el cansancio importan. Todo, salvo ella, se traslada a un nivel secundario.


Es en ese momento, cuando tu paciencia consigue que su timidez se vuelva confianza. Es en ese momento cuando quiere que la veas, cuando quiere que se abra tu boca asombrado por una belleza insólita que jamás habías visto.


Sorprendido desencajas la mandíbula al verla moverse, al verla bailar. No puedes disimular. Te tiene encandilado.


Y ahora, justo en este instante, mientras recuerdo esas noches contemplándola, no puedo dejar de pensar en ella con la grata sensación de ser un privilegiado.


Antes de terminar dar las gracias a Hugo García, quien gracias a su cámara, trípode y paciencia retrató estos momentos mágicos vividos junto a Beatriz, Rosa, Luis, David y un servidor en la expedición Laponia 2016 organizada por Espaibici.