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jueves, 29 de septiembre de 2016

Los 2000 de Malniu / Más allá del jardín de casa

Madruga. Aunque sea tu primer día de descanso hace diez días madruga. Si te propones conocer las afueras del jardín de la que está siendo tu casa durante este verano madruga. Esta fue la única recomendación de mis compañeros que ya iban conociendo mi ritmo de vida. Y es que ante el vicio de la tranquilidad, está la virtud de dedicar más tiempo.

Tiempo por delante para afrontar el reto propuesto por el refugio, la ruta más alta de la Cerdanya. Ruta coloreada por el temprano sol que nos permite a todos los presentes estar por encima de las nubes. (Los caballos también cuentan para hacer creer a uno que no va más solo que la una.)


Nubes que harían de colchón si tropiezo en los cuatro kilómetros que casi sin tregua te elevan hasta el punto más alto. Aquí, en la cima del ya mi conocido Puigpedrós,  uno se da cuenta de la importancia de la perspectiva, a sabiendas que bajo ese mar puedes estar en continua oscuridad. (Pensamientos filosóficos que le vienen a uno cuando humildemente es el ser humano más alto de Girona.)


Oscuridad nula que hoy permite divisar el maravilloso Circo de Engors. Es más, hoy lo voy a recorrer entero por su cresta, subiendo y bajando toboganes de piedras encajadas con firmeza.  (Aunque si te atreves a hacerla pon atención, hay piedras sueltas camufladas esperando tu tropezón.)




Firmeza es como se agarran a la vida los detalles que componen las montañas. Multitud de flores que viven a más de dos mil quinientos metros de altura. A ras de suelo, para calentarse de la tierra y no helarse por el cielo.






Cielo que permite ver kilómetros y kilómetros a mi alrededor, girando en trescientos sesenta grados, tocando cada cima que voy conquistando. No pongo banderas, intento pasar disimulando, creo firmemente que lo mejor es llevarme conmigo incluso mis sensaciones para que el medio no se vea alterado.



Alterado es casi un estado que tengo olvidado. Desde que conocí la tranquilidad de los pasos sosegados, las paradas alargadas frente a hermosos y escondidos lagos. El siguiente es especial, todo el mundo me lo decía, todo el que lo conoce lo dice. Serán esas formas que tiene, serán esas paredes que lo rodean, serán las vistas de la Sierra del Cadí al fondo. Será todo.


Todo llega a su fin, todo pasa o todo llega. Eso quiero pensar cuando afronto la subida a La Carbassa. Creyendo que lo tenia casi todo hecho, empiezo a bajar, bajar, bajar y sigo bajando. Sonriendo tímidamente cuando me adentro en el bosque y sus hojas me resguardan del ahora poderoso sol, no pudiendo olvidar que la bajada que nunca acaba está endureciendo mis cuádriceps, forzando mis rodillas, desquebrajando la firmeza de mis tobillos. (¿He transmitido bien la sensación que la bajada se me hizo muyyyyy larga?)



Tobillos que piden parar al encontrar por sorpresa a la que otorgo el título de "La fuente de la vida". Siendo el único punto de agua de la ruta, ya casi llegando al pueblo de Meranges. Punto donde mi botella de agua ya solo contenía escasas gotas de agua mezcladas con aire que reseca el alma. (Fotografía merecida porque toda persona que haga esta ruta se alegrará de verla.) 


Alma, esa es la palabra. Alma es lo que hay que poner o lo que hay casi que dejar en el camino para terminar. Porque el gran reto de esta ruta no es subir al Puigpedrós, no es recorrer el Circo de Engors por su cresta, no es tocar los siete picos sumando metros y metros de desnivel, no es bajar y bajar mirando a lo lejos un pueblo cercano pero que parece que no llega nunca. El reto de está ruta viene cuando después de todo eso tengo que cerrar el circulo subiendo nuevamente al refugio de Malniú cuando el sol está en lo más alto y mis piernas quisieran abandonarme para mirar como mi cuerpo se arrastra para conseguir lo que quiere mi corazón.


Corazón, es por lo que comienzo cualquier aventura y a veces es lo que me queda para conseguir acabarlas. Porque esta ruta y en especial el último tramo me hizo llegar una vez más al límite de mis fuerzas.


Fuerzas que acaban sonriendo al ver de nuevo mi casa.