Hoy me siento frente al
folio en blanco con la necesidad de escribir y seguir así cumpliendo
el propósito que hace casi dos años me hice y que tantas
experiencias buenas me ha hecho vivir.
No tengo ninguna aventura
como es costumbre. Ninguna que implique pedalear o subir montañas
reales. Ninguna desde que volví a Madrid y deje de buscar espacio
para ellas por no encontrar el momento, ni las ganas.
Hoy giro la cabeza y tras el
doble cristal que me resguarda del frío otoño veo el paisaje de la
que fue durante tantos años mi zona de confort.
Recuerdo que sin yo saberlo,
ni quererlo, ni sospecharlo, la violenta y descarada comparación
hizo que estás calles asentarán en mí un sentimiento de fracaso
del que preferí huir.
Descubro que el instinto
esta forjado por los miedos que me mantuvieron perdido, guiándome por
experiencias en dirección hacia las fuerzas para querer encontrarme.
Hoy me siento más en el
camino ordenando estas palabras que definen una intención, que
comienza por rodearme del cariño necesario ahora que he decidido
abrir una ventana y colarme provisto únicamente de una pequeña
linterna en la inmensa oscuridad.
Queda ya lejos ese primer
día donde volví a comerme mis palabras. Volví a Madrid sin un
plan, sin un trabajo. Volví a atragantarme con el pleno
convencimiento que mi libertad comienza abrazando a mi orgullo
mientras me desnudo ante mi sentir.
Me vuelvo a sentir
privilegiado por los techos que me resguardan, por los platos de
comida que nunca faltan. Por las veces que mi vida cambia, por la
gente que se queda cubriéndome la espalda.
A la vez me siento
insignificante ante el que cambia por dolor, horror, miedo y hambre.
Palabras lejanas para el que mira a otra parte.
Hoy sigo negando ante
preguntas de arrepentimiento con la convicción de saber que hoy no
estaría aquí sin un ayer. La distancia me sirve para comprender que
lo aprendido y vivido prepara. Es un juego que ahora carga la próxima
pantalla.
Aparecen duendes en mi
camino que me obligan a entregar pilares para avanzar. Me he quedado
sin excusas, también sin estrategias para agradar. Al más fuerte le
dejé mi pasaporte de huida, el a cambio me regalo ver la vida desde
otro lugar.
Hoy me permito pararme a
hacer fotos para mostrarme Torrejón con otros ojos. Hoy me he
consentido ser turista urbano que añora las montañas pero no la
soledad.
Hoy...,respiro con
consciencia.