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jueves, 25 de mayo de 2017

Hasta la Puerta del Sahara - Diario de una aventura - Día 8

Días atrás lo decía y hoy me vuelvo a reafirmar en mis palabras ya que la sensación de intensidad perdura tanto dormido como despierto.

Hoy, aunque nada tiene que ver con bicicletas ni pedalear, me levanto ilusionado ya que tenemos la oportunidad de conocer, en las pocas horas que nos quedan antes de marchar, de la mano de un guía los rincones, historias, calles, oficios y anécdotas de la ciudad de Fez y su impresionante Medina.


Puntuales, a la hora fijada, conocemos a Abdul, conocedor y guía de estos rincones pronto nos traslada con sus palabras del pasado al presente, recreando con su conocimiento y nuestra imaginación parte de la historia y de la actualidad de las calles que le vieron nacer.


Galardones y títulos no le faltan a Fez. Una de las cuatro capitales imperiales de Marruecos, capital cultural, religiosa y de artesanía nos invita a abrir bien los ojos para sumergirnos en profundidad en el que quizás sea uno de los símbolos más importantes de todo este país.



Detalles, muchos detalles llenos de contrastes que intento entender, aunque la realidad es que la mayoría los dejo pasar a mi almacén de recuerdos sin juzgarlos desde mis europeos ojos.



Calles sucias, estrechas, ruinosas paredes apuntaladas que dan cobijo a dos cientos cincuenta mil habitantes que intentan la mayoría buscarse la vida. Y es que la situación no mejora nos comenta Abdul.


Incontables turistas completamos el trasiego de gentes. Podríamos optar por encontrar una de las catorce puertas que tiene la Medina y salir de aquí, pero insistimos en seguir visitando y descubriendo los espaciosos, cuidados al detalle y limpios edificios que esconde esta antigua ciudad que sigue siendo desde su pasado hasta el mismo presente una mezcla de pueblos.


Tantas calles, tiendas, animales, personas, que a poco que agacho la cabeza la probabilidad de perder las siluetas conocidas aumentan tanto como el fuerte olor al acercarnos a la plaza de los curtidores. Atentos y conocedores de nuestros sensibles olfatos de turistas nos dan a cada uno unas hojas frescas de intensa menta.


Sorprendido del duro trabajo de estos hombres, a pleno sol, sin sombras ni refrigerio alguno, pasan horas y horas entre agua, sosa y tintes para obtener espectaculares, suaves y coloridas pieles con las que fabrican chaquetas, bolsos, carteras, babuchas…



Seguimos la visita en fila india, giramos a la derecha, luego a la izquierda, recto, izquierda, derecha, otra vez a la izquierda, enrevesadas calles por las que nunca caminaríamos si no fuera por el tranquilo, sabio y peculiar Abdul.



Su presencia, además de guiarnos y contarnos evita que otros nos aborden. Hoy parecemos invisibles ante aquellos que ayer mismo veían una oportunidad en nosotros.


Hilo, lana, cuero, metal, madera. Fez, capital de la artesanía, muestra su saber hacer en cada tienda/taller que visitamos. Breves son las explicaciones de sus procesos, parece, por lo rudimentario y laborioso, que poco han cambiado desde el ayer.



Poco se diferencia si los años pasan por estas calles, los detalles del Marruecos antiguo están tan presentes que se hace difícil averiguarlo. El tiempo parece que dentro de la Medina se detuvo, sin embargo, aunque Abdul no muestre un ápice de cansancio, mis piernas tras los kilómetros caminados se alegran que nos dirijamos a un tiempo de descanso.


El restaurante “El patio azul” nos muestra, por última vez en este viaje, que a nivel culinario también en Marruecos se puede hablar, sobre todo para aquellas bocas no acostumbradas, que pidan agua para mitigar el picante. Tres menús para cinco personas consiguen que a todos nos cueste volver a andar y regresar al Riad.


Ahora sí, finalizada la visita, toca empezar a despedirse. David y Rosa emprenden el viaje con el coche, el remolque y todas las fatbikes dirección Barcelona. Largo viaje todavía les espera.


Bea, Hugo y un servidor esperamos en un despierto silencio que más sabe a siesta a que den las cinco para pedir un taxi que nos lleve al aeropuerto.

Al mismo tiempo que aparece un mercedes antiguo recuerdo que la vida me brinda nuevamente algo que quiero o que un día me dio por pensar querer probar, aunque he de reconocer que en mis sueños el mítico mercedes si llevaba cinturones de seguridad y el taxista no se creía Michael Schumacher. Hasta el último momento este viaje sabe a aventura.

Un vuelo tranquilo, una llegada prudente al techo que hoy me cobija me permiten relajarme y sentir que este viaje, esta experiencia, tiene el poder de transformar a personas con un espíritu común en grandes amigos, cómplices de aventuras y desventuras que se unen a base de confidentes sonrisas.

Suena en mi mente, antes de dormirme, antes de cerrar los ojos en este último día de esta ya pasada y tatuada aventura, la frase que nos aproxima a una nuevo reto.

“De un viaje sale otro viaje”

Hasta la próxima viajeros : )

---------- FIN ----------

En el final de esta historia, que para mí ha sido todo un logro, sobre todo el escribir tanto, ya que a pedalear estoy más acostumbrado, quiero agradecer y dedicar estos ocho capítulos a Bea, Rosa, Anna, Hugo y Enric por su compañía, su espíritu aventurero, su complicidad, adaptación a todas las circunstancias y amistad brindada a un servidor. Ah y por sus fotos, que muchas de las que han aparecido en estos ocho post son suyas.

Y no podía ser de otra forma, el agradecimiento hipermegaespecial a David Casalprim, por confiar en mi para ocupar el puesto de guía ayudante en este viaje, por diseñar y preparar con tanta dedicación este viaje, por la ayuda que siempre me brindas, por tu amistad y en nombre de todas las personas de este viaje, por posibilitar que vivamos nuestros sueños.

¡¡Sois todos muy grandes!!

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