Trabajar en restauración hace que las navidades pasen
ciertamente desapercibidas. Es una época donde la multitud de horas que
trabajas cada día te hace moverte por inercia, perdiendo en muchas ocasiones el
sentido del día en el que vives.
¿Por qué cuento esto? Porque en ciertos momentos de lucidez
me sentí nervioso por no tener ni tiempo de pensar que me apetecía hacer este
año. ¿Qué retos vivir? ¿Qué experiencias sentir?
Curioso estrés para una persona que se pasa la vida diciendo
que hay que fluir. Aunque puedo
excusarme diciendo que todos los retos vividos este año pasado han creado en mí
unas ganas locas de aprovechar este nuevo año de principio a fin.
Y por ello, aunque fuera uno de los días más fríos del
invierno y la temperatura estuviera por debajo de cero no dudé ni un momento
cuando Joan, amigo y jefe de cocina de uno de los restaurantes donde trabajo,
me propuso salir con la bicicleta de montaña.
En las primeras horas ayudó que nos propusiéramos subir al
Pla de les Forcas por una de las pistas más bestias que conozco por la zona. La
nada despreciable cifra de casi 600 metros de desnivel positivo en apenas 5
kilómetros hizo que nuestros cuerpos generarán suficiente calor para no padecer
una congelación.
Otro cantar fue cuando nos adentramos por los bosques
sombríos, allí donde la poca nieve caída se conservaba y el suelo a nuestro
paso crujía por congelación.
No importaba, ¿por qué?, porque nos gusta pedalear, nos
gusta recorrer kilometros por senderos estrechos, nos gusta sentirnos cansados
si lo vivido ha merecido la pena. Pena para que me entendáis, porque yo lo
llamo alegría. Ya que pasar frio queda en una anécdota superflua, eclipsado
todo por el gusto de conocer personas y caminos mientras pedaleas.
Y aún quedaban alegrías por vivir en este día. Alegrías en
forma de nuevas experiencias que sabía que llegarían, pero nada me hacía
sospechar que sería tan pronto en este nuevo año.
Hace meses que trabajo en un restaurante situado en un aeródromo. Desde el primer día que estoy allí veo volar
avionetas, ultraligeros, veleros, globos y helicópteros.
Quien me conoce sabe que tarde o temprano querría volar.
Podría ser más difícil o más fácil pero si la vida me ha llevado a estar rodeado de
aparatos que surcan los cielos, ¿será que quiere que vuele no?
Empezaba este post diciendo que estaba nervioso por no poder
pensar en navidades qué experiencias vivir. Pues algunas de ellas y en concreto
esta solo hizo falta descolgar una llamada de teléfono y bueno, servir unos
cuantos cafés durante unos meses.
Gil, que entre otras cosas ostenta las categorías de amigo,
cliente del restaurante y piloto remolcador del aeródromo de La Cerdanya fue quien
me llamó en medio de la ruta para comentar que había una posibilidad de subirme
en un velero.
Mi respuesta fue instantánea. ¡Si! Mejor dicho, la respuesta
textualmente fue – ¡Si si si! –
Para quien no lo sepa, un velero o también conocido como
planeador es una aeronave sin motor y generalmente con las alas muy grandes. Un
alucinante vehículo que te permite surcar los cielos de la forma más romántica posible,
sintiéndote como un gigantesco pájaro, que aprovecha toda corriente de aire a
su paso para deslizarse y elevarse.
Si si, sin motor, pero a los mandos de Sergi, que ostenta las
categorías de amigo, cliente porculero pero con gracia y piloto instructor de
veleros. Así que con cierto nerviosismo pero con esa ausencia de criterio ante
el riesgo que me caracteriza me colocaron el paracaídas y me senté en el
pequeño habitáculo.
Todo lo siguiente que puedo decir son maravillas de esta
experiencia. !!!!Es increíble!!!! Elevarse del suelo conocido, empezar a ver
como todo se aleja y poder ver a tu alrededor algo que veías siempre, pero
nunca lo habías visto con esos ojos.
He de aclarar que volar ya había volado, en un vuelo
comercial con 200 personas más. Pero es que no se puede comparar. ¡¡Es
incomparable!!
Verse rodeado de una cúpula transparente y todo lo demás es
cielo. Ver a vista de pájaro los
senderos y caminos por donde hace unas horas me movía en bicicleta para mí
personalmente fue alucinante.
Solo podía mejorar ese momento de una forma. ¡Y también
ocurrió! Sergi me dejó pilotar. Pude coger los mandos y recorrer el cielo bajo
mi control y sobre todo bajo la atenta mirada de Sergi por si la cagaba.
¡Impresionante! Qué día más especial. Tengo muy muy muy
claro que volveré a volar, que volveré a sentir esa libertad y tranquilidad que
da un espacio tan abierto como es el cielo. Tengo claro que os volveré a hablar
de pájaros inmensos.
Gracias, gracias y gracias a Joan, Sergi y Gil por hacerme
pasar un día tan genial. Solo hubiera faltado tener pareja, llegar a casa y…pero
claro, no todos los días son fiesta jajaj.
El vídeo de la experiencia en el siguiente enlace: https://youtu.be/a2iDIF_UPgI
El vídeo de la experiencia en el siguiente enlace: https://youtu.be/a2iDIF_UPgI
Grande Juan!
ResponderEliminarGracias Fran!! Siempre encantado con tus comentarios. :)
EliminarJajaja tu por pedir qur no quede eh!! Jajajaja
ResponderEliminarjajajaja hermana tu ya sabes..,boca de fraile!
Eliminar