Días atrás lo decía y hoy me
vuelvo a reafirmar en mis palabras ya que la sensación de intensidad perdura
tanto dormido como despierto.
Hoy, aunque nada tiene que ver
con bicicletas ni pedalear, me levanto ilusionado ya que tenemos la oportunidad
de conocer, en las pocas horas que nos quedan antes de marchar, de la mano de
un guía los rincones, historias, calles, oficios y anécdotas de la ciudad de
Fez y su impresionante Medina.
Puntuales, a la hora fijada,
conocemos a Abdul, conocedor y guía de estos rincones pronto nos traslada con
sus palabras del pasado al presente, recreando con su conocimiento y nuestra
imaginación parte de la historia y de la actualidad de las calles que le vieron
nacer.
Galardones y títulos no le faltan
a Fez. Una de las cuatro capitales imperiales de Marruecos, capital cultural,
religiosa y de artesanía nos invita a abrir bien los ojos para sumergirnos en
profundidad en el que quizás sea uno de los símbolos más importantes de todo
este país.
Detalles, muchos detalles llenos
de contrastes que intento entender, aunque la realidad es que la mayoría los
dejo pasar a mi almacén de recuerdos sin juzgarlos desde mis europeos ojos.
Calles sucias, estrechas,
ruinosas paredes apuntaladas que dan cobijo a dos cientos cincuenta mil
habitantes que intentan la mayoría buscarse la vida. Y es que la situación no
mejora nos comenta Abdul.
Incontables turistas completamos
el trasiego de gentes. Podríamos optar por encontrar una de las catorce puertas
que tiene la Medina y salir de aquí, pero insistimos en seguir visitando y
descubriendo los espaciosos, cuidados al detalle y limpios edificios que
esconde esta antigua ciudad que sigue siendo desde su pasado hasta el mismo
presente una mezcla de pueblos.
Tantas calles, tiendas, animales,
personas, que a poco que agacho la cabeza la probabilidad de perder las
siluetas conocidas aumentan tanto como el fuerte olor al acercarnos a la plaza
de los curtidores. Atentos y conocedores de nuestros sensibles olfatos de
turistas nos dan a cada uno unas hojas frescas de intensa menta.
Sorprendido del duro trabajo de
estos hombres, a pleno sol, sin sombras ni refrigerio alguno, pasan horas y
horas entre agua, sosa y tintes para obtener espectaculares, suaves y coloridas
pieles con las que fabrican chaquetas, bolsos, carteras, babuchas…
Seguimos la visita en fila india,
giramos a la derecha, luego a la izquierda, recto, izquierda, derecha, otra vez
a la izquierda, enrevesadas calles por las que nunca caminaríamos si no fuera
por el tranquilo, sabio y peculiar Abdul.
Su presencia, además de guiarnos
y contarnos evita que otros nos aborden. Hoy parecemos invisibles ante aquellos
que ayer mismo veían una oportunidad en nosotros.
Hilo, lana, cuero, metal, madera.
Fez, capital de la artesanía, muestra su saber hacer en cada tienda/taller que
visitamos. Breves son las explicaciones de sus procesos, parece, por lo
rudimentario y laborioso, que poco han cambiado desde el ayer.
Poco se diferencia si los años
pasan por estas calles, los detalles del Marruecos antiguo están tan presentes
que se hace difícil averiguarlo. El tiempo parece que dentro de la Medina se
detuvo, sin embargo, aunque Abdul no muestre un ápice de cansancio,
mis piernas tras los kilómetros caminados se alegran que nos dirijamos a un
tiempo de descanso.
El restaurante “El patio azul”
nos muestra, por última vez en este viaje, que a nivel culinario también en
Marruecos se puede hablar, sobre todo para aquellas bocas no acostumbradas, que
pidan agua para mitigar el picante. Tres menús para cinco personas consiguen
que a todos nos cueste volver a andar y regresar al Riad.
Ahora sí, finalizada la visita,
toca empezar a despedirse. David y Rosa emprenden el viaje con el coche, el
remolque y todas las fatbikes dirección Barcelona. Largo viaje todavía les
espera.
Bea, Hugo y un servidor esperamos
en un despierto silencio que más sabe a siesta a que den las cinco para pedir
un taxi que nos lleve al aeropuerto.
Al mismo tiempo que aparece un
mercedes antiguo recuerdo que la vida me brinda nuevamente algo que quiero o
que un día me dio por pensar querer probar, aunque he de reconocer que en mis
sueños el mítico mercedes si llevaba cinturones de seguridad y el taxista no se
creía Michael Schumacher. Hasta el último momento este viaje sabe a aventura.
Un vuelo tranquilo, una llegada
prudente al techo que hoy me cobija me permiten relajarme y sentir que este
viaje, esta experiencia, tiene el poder de transformar a personas con un espíritu
común en grandes amigos, cómplices de aventuras y desventuras que se unen a
base de confidentes sonrisas.
Suena en mi mente, antes de
dormirme, antes de cerrar los ojos en este último día de esta ya pasada y
tatuada aventura, la frase que nos aproxima a una nuevo reto.
“De un viaje sale otro viaje”
Hasta la próxima viajeros : )
---------- FIN ----------
En el final de esta historia, que
para mí ha sido todo un logro, sobre todo el escribir tanto, ya que a pedalear
estoy más acostumbrado, quiero agradecer y dedicar estos ocho capítulos a Bea,
Rosa, Anna, Hugo y Enric por su compañía, su espíritu aventurero, su
complicidad, adaptación a todas las circunstancias y amistad brindada a un
servidor. Ah y por sus fotos, que muchas de las que han aparecido en estos ocho
post son suyas.
Y no podía ser de otra forma, el
agradecimiento hipermegaespecial a David Casalprim, por confiar en mi para
ocupar el puesto de guía ayudante en este viaje, por diseñar y preparar con tanta
dedicación este viaje, por la ayuda que siempre me brindas, por tu amistad y en
nombre de todas las personas de este viaje, por posibilitar que vivamos
nuestros sueños.
¡¡Sois todos muy grandes!!
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