¡Vaya ruta!
Tengo claro que es de las más bonitas que he hecho hasta
ahora por Pirineos y tendría que darle vueltas a los recuerdos para ver si se
le podría otorgar el nombramiento de la más bonita hasta el momento.
Esta ruta me la propuso Jordi, uno de los miembros de
la que yo llamo mi familia catalana.
Amaneció nublado pero como la previsión de lluvia era a partir de las tres de la tarde decidimos emprender la marcha. Creo si no recuerdo mal que la lluvia nos respetó aproximadamente unos quince minutos. ¡Vivan las previsiones! Aun así decidimos seguir porque aparte de que solo era llovizna en ningún momento esperábamos tormenta eléctrica. Con esto demuestro ser algo responsable, para la tranquilidad de mi familia.
La ascensión es progresiva y agradable, aunque con el día
que hacía no es que viéramos mucho el paisaje. Llegando al punto más alto de la
ruta, el Puigmal Petit con sus 2811 metros, con una espesa niebla que no nos
dejaba ver a excasos metros.
Fue en ese momento cuando la naturaleza nos hizo un regalo. Empezó a soplar un fuerte y helado viendo del norte que hizo que durante unos instantes desapareciera toda la niebla y pudiéramos apreciar las increíbles vistas.
Hacía frío, tanto que tuvimos que ponernos los guantes y emprender la bajada con ritmo rumbo a Núria. La lluvia nos dio una tregua que duraría hasta el final de la ruta, la niebla en la cara sur se disipo y las nubes se levantaron hasta la altura suficiente para que pudiéramos apreciar todos los picos que alcanzaran a ver nuestros ojos.
El único riesgo que le vi a la ruta, sin contar el meteorológico que siempre nos puede sorprender, son los pedregales que hay justo antes de llegar a la cima y al empezar a bajar. Es piedra muy suelta y teníamos que tener mucho ojo con los resbalones.
El santuario de Núria parecía cerca, aunque tardo en llegar más de lo que parecía. Aun así los tiempos que nos habíamos marcado se cumplían. En tres horas y media estábamos sentados comiéndonos el bocata y decidiendo que hacer.
Las posibilidades era coger el tren cremallera que nos
bajara hasta Ribes de Freser o bajar directamente andando. El problema de bajar
andando eran nuevamente los cálculos de tiempo. El tren que pasaba por Ribes de
Freser dirección casa pasaba a las tres de la tarde. Eran las doce de la mañana
y teníamos ciertas discrepancias con lo que podríamos tardar en llegar andando.
Un cartel ponía que seis horas, pero en informaciones que había visto por
internet decían que era posible en cuatro. Nosotros teníamos tres así que no
nos salían los cálculos por ninguna parte.
¿Qué decidimos? Pues lo comprensible, ¡bajar andando! A
ritmo rápido e incluso en tramos corriendo.
El camino desde Núria a Queralbs es de los que enamora, tanto Jordi como yo opinamos que con solo ese camino ya merecía la pena la excursión. Es un tramo de la llamada transpirenaica, ruta que atraviesa los Pirineos comunicando el Mar Mediterráneo con el Mar Cantábrico. Las fotos no hacen mucha justicia la verdad.
Llegamos a Queralbs en una hora y cuarenta minutos. Volvíamos
a tener la opción de coger el tren cremallera o intentar en una hora y vente
recorrer los siete kilometros que nos separaban del tren con destino a casa. Lo
lógico hubiera sido lo primero, nosotros por nuestras narices elegimos lo
segundo.
Sinceramente, el riesgo de no coger el tren de las tres era simplemente tener que esperar dos horas al siguiente, la aventura era intentar coger el que
nos proponíamos. Me sentí como un participante del programa Pekin Express,
contando los minutos, sin poder aflojar aunque ya las piernas se resintieran.
Sudando, llegamos a las tres y dos minutos cuando solo
quedaba una persona en el andén, parecía el responsable de la estación.
Nuestros pensamientos se volcaron a que posiblemente habíamos fallado.
Una
pregunta fue clave. No la diré…, solo diré las cuatro palabras pronunciadas por
ese desconocido que tenía en su poder el resultado de nuestro logro o nuestro
fracaso.
“EL TREN LLEGA TARDE”
En esos momentos nuestras sonrisas se dispararon, casi las
comisuras de nuestros labios llegaban a nuestras orejas. Habíamos recorrido los
que algunos decían en seis horas en solamente tres. Habíamos conseguido lo que será recordado
como uno de los pequeños propósitos del año o como el gran propósito de aquel día.
Al minuto llego el tren y contentos dejamos que otro medio que no fueran nuestras piernas nos llevara a casa.
La moraleja si me lo
permitís de esta aventura es que a veces los retrasos vienen bien por algún
motivo. Así que la próxima vez que un transporte se retrase elegiré pensar que seguramente a alguien le vendrá bien ese tiempo extra.
Jajajaja que bichos sois!!! Ya os imagino a los dos corriendo mientras sorteais las piedras ^__^
ResponderEliminarLlegué muy cansado!! Un poquito más tranquilo no estaría mal hacer ese camino, pero na... solo un poquito más tranquilo jijij
EliminarJajajaja me parto! Te montas tu Pekín xpress en cualquier sitio!!
ResponderEliminarFue buenísimo!!! Luego más tarde me dolía todo pero el momento es para recordar : )
EliminarJordi y Juan, muuuuuuuuy GRANDES!
ResponderEliminarEquipazo!!!
Francesc el Jordi es el makina de los dos!! Yo le seguía como podía : )
EliminarQué chulo Juan, dan ganas de hacerlo, muchas gracias por contarlo
ResponderEliminarMuchas gracias!! Es una bonita excursión así que a poco que te guste la montaña es para hacerla! : )
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