Como la semana pasada estuve de
viaje por Madrid cogiendo energías con la familia y los amigos esta semana tocaba
apretar un poco para recuperar la forma por lo que me viene encima.
Seguimos conociendo la Cerdanya un poquito más y esta vez el
punto de inicio fue la población francesa de Dorres.
El objetivo era volver a tocar la cima del Carlit, motivado
esta vez por realizarlo por una ruta desconocida para mí que pasaba por el pico
Collroig.
Otra de las motivaciones/incógnita era descubrir si mi
tobillo se habría recuperado por completo o por el contrario me tendría que dar
la vuelta a las primeras de cambio.
La mañana amaneció otoñal con su multitud de amarillos,
dejando paso según ascendíamos a los tonos grises de la niebla que solo nos permitía
dibujar la silueta de los animales que nos encontrábamos a nuestro paso.
Con ciertas molestias en el tobillo seguí avanzando. Opte
por no quejarme y caminar a un ritmo
algo más bajo de lo normal, sabiendo o queriendo pensar que la adaptación a las
circunstancias del momento tendría su recompensa. Otros, menos positivistas, lo
llamarían cabezonería…
Cabezonería o adaptación, adaptación o cabezonería. Eligiera
la opción que eligiera es lo que me permitió
en ciertos momentos seguir hacia delante.
Seguíamos avanzando y llegaron instantes donde las molestias
desaparecieron. La emoción de sentirme caminando por encima de las nubes creaba
una maravillosa adrenalina en mi cuerpo.
Los paisajes de postal se acumulaban tan deprisa como
desaparecía la adrenalina de mi cuerpo. Las molestias se acrecentaban tanto como
la inclinación de la montaña.
Casi llevábamos cuatro horas caminando cuando decidimos que
como mínimo tendríamos que llegar al Collroig y evaluar allí la situación. Así
somos algunos montañeros, podemos abandonar un objetivo, pero rápido nos
buscamos uno algo más asequible para seguir sufriendo un poquito más.
A las cuatro horas tocamos la cima, esta vez señalizada con
dos palos un poco ridículos la verdad, aunque con la misma ilusión de siempre
nos felicitamos.
Observamos que si queríamos seguir hacía el Carlit lo que
nos esperaba era una cresta bastante expuesta, por lo que decidimos por el bien
de mi tobillo que ese sería el punto de retorno.
Qué bien se siente uno cuando ha conseguido uno de sus
objetivos. Te sientes mejor aun cuando piensas que has coronado otro pico para
tu curriculum. Ya alucinas cómo te sientes cuando de regreso sigues encontrándote
imágenes de postal. Y ya, no se puede sentir más, cuando terminas la ruta con
ciertos dolores pero sabiendo que has aguantado 7 horas de andar y subir montes.
Y sentir sentir, sientes muchas cosas, sobre todo cuando
llegas a casa, miras en los mapas y te sientes el más pringadoooo porque lo que
creías que era en realidad no lo era.
¡El pico Collroig era el siguiente pico!
Por lo que esta excursión la recordaremos graciosamente como
“la pateada que nos llevó a conocer al falso Collroig” y tendremos que volver en algún momento a pisar de verdad su cima.
No obstante seguiremos endulzándonos la vida positivamente
pensando que aunque lo que creímos como real no lo fuera, las sensaciones que
nos hizo vivir si lo son : ) : )
Las vistas merecieron la pena 👍👏👏👏
ResponderEliminarAixx que se me había olvidado contestar por estar en Menorca, vuelvo a remarcar lo de Menorca para que sientas envidiaaaaa. Muchas gracias por el comentario, la verdad que si, las vistas fueron espectaculares. Muakas
EliminarQue bien conjugas tus palabras!
ResponderEliminarJordi y Juan, unos crak's!
Que se me había olvidado contestarte Francesc!!! Muchas gracias!! Me alegro que te guste, siempre animan tus comentarios. Muy pronto más historias!!! : )
Eliminar