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jueves, 6 de abril de 2017

Hasta la Puerta del Sahara - Diario de una aventura - Día 1

ESPAIBICI - MOROCCO 2017
Aeropuerto de Barcelona. Nuestro punto de partida a esta nueva aventura donde me encuentro con Ana, Bea, Enric y Hugo.

Nuestro paso por la zona de control pasa desapercibida ante todos y todo, señal que algo hemos aprendido de nuestros anteriores viajes.

Puntuales embarcamos en el vuelo con destino a Fez, una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos y punto de encuentro con David Casalprim, pensador y organizador de este viaje, que se ha pasado las últimas 40 horas de su vida viajando por tierra y por mar con todo el material necesario para movernos por el árido desierto marroquí. Entre ese material, las seis bicicletas fatbike de Surly.


El vuelo empieza curioso, con un piloto que nos da la bienvenida soltando chascarrillos, desvirtuando esa imagen seria y casi de audio grabado que suelen limitarse a mostrar. Mientras, el resto del trayecto sucede como viene siendo costumbre. Normas de seguridad y de emergencia, despegue, carrito de comida y bebida, venta de lotería... ¿Venta de lotería? Si si, hemos escuchado bien. Compañía low cost es sinónimo de nuevas estrategias de ventas, o si no son nuevas por lo menos a 7000 metros de altura como mínimo sorprenden.

Aunque para sorpresa que nos llevamos de recuerdo es que el avión, después del aterrizaje, estuviera entero. Sublime delicadeza la del piloto al tomar tierra, consiguiendo que la mitad de los pasajeros chillaran por sus vidas mientras la otra mitad, en la que me incluyo, nos quedáramos por segundos sin respiración ni aliento.

Después del susto puedo admitir que mucha experiencia en volar al extranjero no tengo, pero en mi anterior viaje a Marruecos aprendí y este lo ha confirmado que un bolígrafo siempre a mano ahorra mucho, mucho tiempo a la hora de rellenar el papelito que te piden en el control de entrada. ¡Punto para nosotros por conocer este detalle!


Al que no conocíamos era al policía del control de la fila donde nos colocamos. Podría llamarse Murphy, no por riguroso, que lo era o aparentaba serlo, más bien porque con diferencia éramos los que más lentamente avanzábamos.

Paciencia, sonrisas y saludos en francés. Antes de pasar el último control cambiar euros por la moneda marroquí, el dirham. A la salida del aeropuerto nos espera tranquilo y sonriente David, el cual me deja cada vez más claro que no siente cansancio.

Somos demasiados para un coche por lo que ante la necesidad de un taxi nos dirigimos en bloque a dar los quince pasos que nos separan de la persona que a golpe de gritos y facilidad por el intercambio de idiomas dirige a un pequeño ejército de taxistas.

De noche parece que nada ha cambiado en estos dos años. Siguen valiendo más las normas sociales de tráfico que las que supongo reales, siguen apareciendo motos en contra dirección sin que ninguna de las ocho personas que van en un taxi mercedes de hace tres décadas se extrañen.


La noche cerrada nos ofrece una llegada a Fez más tranquila de lo que recordaba. Las farolas alumbran selectivamente las calles en nuestro recorrido con las mochilas ya a la espalda hacía el Riad Tahra, alojamiento donde pasaremos la primera y última noche de este viaje.


Reconvertida en alojamiento para turistas me sorprende de fuera a dentro. Desde su fachada no podía imaginar que en su interior albergara tal cantidad de detalles en sus suelos, paredes, techos y mobiliario. Ese cuidado que sirve para conservar de una manera exquisita una vivienda que hace años albergaba juntas a tres o cuatro generaciones de una misma familia.


Antes de cenar tenemos tiempo de pasear por las estrechas y pequeñas calles de la Medina. Seguimos las calles principales, mirando con intriga todas las callejuelas, aún más estrechas, aún más pequeñas, que seguro van a alguna parte de este laberinto que visitaremos con más profundidad el último día de este viaje.


Bajamos, bajamos y seguimos bajando. Para luego subir, subir y seguir subiendo. Perdiendo no la orientación, pero si la simulación de lo que a simple vista figuras plano y al parecer la realidad es una ciudad construida en la ladera de una montaña.


Tras la sabrosa cena toca organizar el equipaje contemplando que mañana el día transcurrirá entre un viaje en coche atravesando el medio Atlas y los primeros kilómetros de ruta en bicicleta. A partir de ahí entre nervioso y emocionado escribo estas líneas mientras mis ojos se van cerrando a la par que el bolígrafo se recuesta en la libreta. 

Hasta mañana viajeros :)

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