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jueves, 11 de mayo de 2017

Hasta la Puerta del Sahara - Diario de una aventura - Día 6

Rara vez, desde niño, he sentido que el desierto es lo que ahora veo y siento. Películas, con multitud de minutos grabados en mi retina, generando una idea de espacio inquietante donde nada bueno puede pasar. Arena, sol, hambre, serpientes, sequía, escorpiones, sed, soledad. Quien me iba a decir que años más tarde descubriría que es un tipo de paraíso.


Mientras observo como el sol se levanta iluminando a un centenar de dromedarios que se mueven a sus anchas por el eterno Sahara, pienso que algún conocido al que se lo cuente no me creerá, bien es cierto que hay experiencias que solo cuando las vives descubres que son tan sabrosas como un fresco zumo natural de fresas, naranjas y plátanos.


El grupo se divide, dos bicicletas son cargadas en el coche de apoyo, ya que Ana y Enric se quedan disfrutando y conociendo unos días más este entorno. Los demás comienzan a pedalear, en todos antes de marchar se construye la idea de regresar.


La emoción hoy está servida con un toque de angustia. Me toca aprender a conducir a marchas forzadas por una zona de varios kilómetros de pequeñas dunas. Los surcos realizados por enormes ruedas me hacen entender que el truco para no encallar está en mantener el coche acelerado, jugar con el embrague en alguna ocasión y mantener el volante firme con la sutil delicadeza de dejarme llevar en vez de forzar un giro a mi juicio.


Sorpresa cuando Ana, Enric y Mustafa aparecen montados en un gigante de esos que juguetea allá por donde le place creando huellas del tamaño de canales. Momento didáctico cuando la enorme criatura, atrapada en el tejado de la duna, se revuelve nerviosa resoplando arena, esperando la ayuda de tres diminutos aprendices del desierto.


Suerte la nuestra al coincidir y poder visitar la escuela y la asociación IGHARMAN, mujeres que crean bellas obras de arte para ayudar a su pueblo a base de lana natural. Alfombras, felpudos, pañuelos y detalles que compramos sin intermediarios destripadores. Aquí ya si nos despedimos de Ana y Enric, nuestro destino se separan, el nuestro es el mismo que la salida de ayer, aunque hoy iremos por otro camino.


Alucino con seguir descubriendo paisajes impactantes que muestran notorias diferencias en tan pocos kilómetros. Rosa decide acompañarme y con ella nos separamos del grupo para descargar en destino y comprar pan. Por prisa que nos damos, en el punto de encuentro hacemos esperar.


 La arena blanda se transforma en dura piedra, los caminos entre montañas en pistas con llanuras lejanas. Pasos críticos solventados con destreza, los falsos llanos atacan a las fieras.



No puedo evitar sonreír al poder formar parte de estos viajes donde la intensidad crea lazos de amistad. Miro con envidia sana a Hugo, Bea y David al verles pedalear, me observo conduciendo por las pistas del antiguo Dakar junto a Rosa, me recuerdo que el presente es lo único que puedo aprovechar.



¿Aprovechamos o necesitamos todo el día para completar lo programado? Observando las imágenes, las dunas de fondo, el suelo negro colorado, el polvo a nuestro paso, creo fielmente que movernos entre el atardecer nos tiene a todos enamorados.




La luna nos acuna dándonos las buenas noches, imagino su beso al cerrar los parpados.


Hasta mañana viajeros : )

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