Anoche cuando me acosté la
intención estaba en mí, ahora cuando abro los ojos y me fijo en la hora
entiendo que me abandonó en el momento de la acción. No me culpo, se está tan
bien en esta cama que uno se debate que momento mágico vivir en ese instante, yo
opté por cerrar los ojos pensando que todavía podía dormir más en profunda paz,
mientras Bea y Hugo acudieron a la cita para observar como el sol despertaba a
las dunas de Err Chebbi retirando el negro nórdico que las cubre cada noche.
Hoy nos esperan otras ocho horas
de coche, hoy desde primera hora empezamos a cargar pensando que en este viaje
ya nos despedimos de pedalear, comenzamos a volver a casa, aunque antes
conoceremos un poquito más de Fez.
Sorpresa cuando descubro dos ruedas
de las fatbikes pinchadas que ayer habíamos reparado al parecer. Cuatro
pinchazos en una misma cámara nos parecían suficientes, el quinto más discreto,
nos trajo recuerdos de los despertares que llegaban a desesperar. Con esta vez
ya podemos crear la norma, si decides apartarte de los caminos del desierto prepárate
a pinchar.
Todo listo cuando llega el taxi
donde irán Hugo, Bea y Rosa. A veces delante y a veces detrás, en el coche de
apoyo, David, Said, que le hacemos el favor de acércale a Fez, y yo. Momentos
de historias y curiosidades nos descubre nuestro invitado, sin darse cuenta, o
sí, que no llamarme por mi nombre me empieza a resultar verdaderamente incómodo.
Me quedo con lo que me aporta,
que es todo aquello que desconozco y me intriga saber. Gracias a él damos
sentido a los numerosos perros vigilantes de la carretera, los cuales esperan a
que crucen los conejos para darles presa. Notando según habla de la gente del
norte que entre ellos hay ciertas y notadas diferencias.
Los sonidos se intercalan a los
silencios, los kilómetros recorridos nos alejan del desierto, acercándonos a
las montañas del medio Atlas donde el sol nos abandona para mostrarnos un manto
de nubes que nos empapa de lluvia, granizo y nieve.
Tanta agua me sorprende, aunque
mucho menos que ver monos a ocho grados de temperatura junto al oscurecido
hielo del asfalto. Mi cara lo dice todo, inculto de mi posiblemente, ni
sospechaba de esta especie, esperando a que los pocos turistas que paseaban les
alimenten.
La llegada a Fez esta vez más
parecida a lo que recordaba, lenta por tanto coche, tanta persona, tan poco
orden. Nos volvemos a alojar en el Riad Tahra, que por segunda vez, sus paredes
llenas de detalles, con una sonrisa y con una exquisita cena nos acoge.
La pequeña y nocturna vuelta por
Fez me hace sentir nuevamente incómodo, no me acostumbro a ignorar a toda
persona que me habla, a no devolver un saludo al parecer cortes, que en
realidad esconde un económico interés. Por más que lo intento aprendí, pensando
que algún justo pagará, siento que es la única forma de andar por estas
estrechas y saturadas calles con cierta tranquilidad.
Última noche en Marruecos, hoy no
puedo decir que ni el boli o yo estemos realmente cansados, si puedo confesar
que nos gusta mucho, mucho dormir.
Hasta mañana viajeros : )
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